En medio de la crisis económica generada por la pandemia, la mayoría parlamentaría en el Congreso votó en contra de regular los periodos de rebajas Se trata de un rechazo a una de las peticiones más históricas del sector y que no se ha hecho efectiva en uno de los momentos en los que más lo podrían necesitar.
El comercio, especialmente el minorista, apuesta por volver a la a situación posterior a julio de 2012 cuando se aprobó la liberación de estas campañas de descuentos y se dejó en manos de cada comerciante. Una posibilidad que “ha dado pie a una guerra de precios salvajes, con márgenes cada vez más reducidos que impiden al comercio de proximidad competir con las grandes superficies” denunció el presidente de la Confederación Española de Comercio (CEC), Pedro Campo, en un comunicado. Y que les está complicando mucho avanzar hacia la recuperación.
Sin embargo, la modificación del artículo de la norma no fue admitida y los pequeños establecimientos tendrán que continuar compitiendo con los horarios y márgenes de beneficios que les imponen desde las grandes plataformas, que son quiénes verdaderamente tienen la batuta de las rebajas.
Vender en unas constantes rebajas
Una de las principales razones por la que los comerciantes quieren regular los periodos de las campañas de descuentos es porque da pie a que se produzcan constantes campañas de rebajas.
A todo ello se unen también las jornadas de descuentos que se impulsan desde las multinacionales extranjeras como el Black Friday, el Ciber Monday o el Día del Soltero . Más del 40 % de los comercios de proximidad se arrastrados a adoptar estas iniciativas cara al cliente pero no les son rentables.
Desde muchas asociaciones proponemos :
- Establecer 60 días de descuento en verano.
- Establecer 60 días en invierno.
- Una semana para el Black Friday.
Las rebajas han perdido potencial, se crearon para dar salida al Stock de todo el año y se beneficiaban tanto el consumidor como el comercio. Estas continuas temporadas de descuentos sólo se han convertido en una “asfixia”.
La falta de regulación afecta al consumidor que no sabe cuando va a obtener el mejor precio sobre el producto, les quita la seguridad y los deja desorientados.
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