En los primeros meses del año 2020 recibimos el Impacto de una pandemia a nivel internacional denominada COVID 19. Nos llegó de forma trágica y obligó a la aplicación de las medidas previstas en el Real Decreto463/2020, 14 de marzo, decretándose el estado de alarma para la gestión de la crisis sanitaria por el Coronavirus y generando un estado de emergencia que está produciendo un fuerte impacto social y económico.
El posterior aislamiento domiciliario, instauró en la sociedad nuevos comportamientos y también profundizó en los históricos como son los conflictos y la violencia. Por consiguiente, fue importante la información que se transmitió a la sociedad en su conjunto para tener conciencia del aumento de la violencia en las familias. A consecuencia del difícil escenario se establecieron nuevas formas de realizar las tareas con nuevas modalidades de interrelacionarse que surgen, presentándose el cambio en lo laboral y en lo escolar, siendo éstos un indicador de las modificaciones que los integrantes de las familias deben efectuar ante las nuevas modalidades en el cumplimiento de las responsabilidades laborales y escolares a realizar en sus domicilios particulares.
Estos cambios son efectuados a través de la tecnología, lo que genera una transformación en los vínculos familiares, dado que los integrantes conviven las 24 horas en un ambiente cerrado y la mayoría en espacios físicos pequeños, lo que ocasiona una modificación en las actitudes y describe comportamientos y actividades que no eran consideradas en las rutinas anteriores. Como las tareas domésticas y no eran registradas o no las consideraban significativas cuando dejaban el hogar para ir a trabajar.
De esta manera, el ámbito familiar pasa a sumar múltiples tareas que antes se realizaban fuera del mismo, por lo que hay que planificar el tiempo, estableciendo horarios en las diversas actividades, sean escolares para niños/niñas jóvenes, como los adultos si son parte de una organización laboral, lo que evita conflictos al momento de realizar las tareas que le fueron encauzadas.
En estas circunstancias de vida, que ocasiona el COVID 19, debemos visualizar que sigue a la violencia hacia las mujeres, la que está asentada en una gran proporción de la sociedad y son diferentes las formas de ejecutarlas. La misma es el resultado de una asimetría de poder, de ese modo la violencia de género se constituye en un fenómeno social y es influyente en la forma de vida familiar y laboral.
La multiplicidad de hechos de violencia son históricos en sociedades del mundo, dado que estás están atravesadas por culturas que imponen las creencias, en relación a las capacidades y habilidades de hombres y mujeres que van a definir los ámbitos y posibilidades de cada uno, avalando en cada sociedad la discriminación, el patriarcalismo y el racismo.
La pandemia COVID 19 ha instalado el aislamiento, una forma desconocida en el establecimiento de vínculos sociales y familiares, pero imprescindible para evitar el contagio de persona a persona. Esto obliga a realizar una adaptación a situaciones cambiantes, generando momentos de estrés, inestabilidad, ansiedad, produciendo conflictos y violencia que en muchos casos nunca fueron pensados o realizados, a causa de ello cualquier tipo de violencia que ocurra en el seno familiar, someterá a cada uno de sus miembros a situaciones de estrés, temor y dudas que derivan en serios traumas que van a incidir en el desarrollo personal de cada individuo.
En consecuencia, de alguna forma debe mantenerse un control en las actitudes y comportamientos personales, dado que en este periodo no se puede cambiar o eliminar la pandemia que está acontecimiento a nivel global.
En momentos tan difíciles es necesario desarrollar una cultura de no violencia, dónde los hombres y las mujeres constituyen relaciones con Valores responsabilizándonos de nuestras actitudes, comportamientos, lenguaje que usamos y así, con conciencia de la importancia de establecer el respeto y la consideración en los vínculos interpersonales, familiares, laborales y sociales.
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